Libres de todo
prejuicio, acojamos a los hermanos en su diversidad.
La
aceptación incondicional es una característica esencial de la espiritualidad de
San Maximiliano. Él se deja conducir por Cristo y por la presencia maternal de
la Inmaculada hacia una cada vez mayor capacidad de amar, que alcanza su punto culminante en Auschwitz.
Estas son algunas de las expresiones significativas del santo: "El odio
divide, separa y destruye, mientras al
contrario el amor une, da paz y construye. No es raro entonces, que sólo el
amor es capaz de hacer a los hombres más perfectos. Por lo tanto, sólo aquella
religión que enseña el amor a Dios y al prójimo puede perfeccionar a los
hombres. La religión de Jesucristo es verdaderamente la religión del amor, del
amor perfecto, y esto es evidente en las santas palabras de Jesucristo" (EK 1206).
El mártir
polaco aprende a amar también a los
enemigos, incluso a aquellos que ponen en peligro su vida y la de sus hermanos.
Escribirá a un oficial alemán que investiga las
actividades de la Ciudad de la Inmaculada, en las vísperas de su arresto: "Me gustaría hacer
hincapié en que no siento odio por nadie en esta tierra. La esencia de mi ideal
está muy dentro de mí. Lo que surge de él es mío: por este ideal yo deseo trabajar,
sufrir y también ofrecer en sacrificio mi vida, mientras que lo que es
contrario a él no es mío, sino que viene de afuera y, por lo tanto, según mis
posibilidades, lo he combatido, lo combato y lo combatiré siempre" (EK 884).
El santo
aprende a cultivar en su corazón un amor universal, libre de prejuicios y
totalmente libre de cualquier rastro de resentimiento. Son significativas estas expresiones dirigidas a sus hermanos:
"Y ahora seguimos y seguiremos realizando la misión de amor al prójimo, quienquiera que sea, para aliviar a los que sufren
y encender en su corazón un amor agradecido a la Inmaculada, Madre que ama a
todos los hombres de la tierra, sin distinciones" (EK 914).
El acto de ofrecimiento de la vida en el lugar
de un padre de familia en el campo de concentración no es el gesto de un
momento de fervor y de generosidad, sino el resultado de un camino espiritual
marcado por su cotidiano ofrecimiento que llega a su punto culminante en Auschwitz.
La muerte de San Maximiliano es hija de
una vida gastada maravillosamente en el amor y en el servicio a Dios, bajo la
protección y la guía de la Inmaculada.
Creemos que el hombre de hoy, sobre todo el que cree en
Cristo, tiene absoluta necesidad de inspirarse en el ejemplo del Padre Kolbe
para reconstruir o fortalecer su capacidad de amar. Las condiciones inhumanas
del campo, las barbaries que se llevaron a cabo en él fueron iluminadas por la insólita y heroica propuesta de dar la vida
por un padre de familia, por parte del mártir polaco. Su elección de amor
indica a los creyentes la luz que deben llevar al mundo actual, en el cual muy
a menudo prevalece el deseo de dominar. San Maximiliano enseña que el amor es la
esencia misma del ser humano, lo que lo ennoblece, lo embellece y hace que su
vida sea más digna. La caridad es para él y para nosotros la dimensión más
importante de la existencia. Él afirma la belleza de su humanidad y el amor de
Dios contra el odio y la destrucción del hermano. El confirma a los cristianos
y a los hombres de hoy que es fundamnetal dar testimonio del amor hasta la
entrega de sí mismos: en este sentido, todos estamos llamados a ser «kolbianos», a estar convencidos de la importancia que
tiene el ser testigos de la
caridad que prevalece sobre toda clase de maldad y de intolerancia. La humanidad encuentra plena
realización en el ser un reflejo del amor de Dios: es lo que el mártir de
Auschwitz grita a los hermanos de este siglo.
Para la reflexión
Es útil meditar
en estas palabras de San Maximiliano, tomadas de un artículo del año 1939, que
se refieren a la actividad de la MI y al
amor que este movimento desea proponer.
"Estos
pobres hermanos, por lo tanto, necesitan
luz, mucha luz sobrenatural, una gran energía sobrenatural; son infelices, están descontentos, porque
consideran como objetivo final lo que es sólo un medio y por lo tanto, después
de alcanzar la felicidad a la que aspiran, no encuentran lo que buscaban. Y siguen
buscando con el corazón decepcionado,
con la amargura en el alma. ¿Y cómo podemos tenderles la mano? ¿Cómo no ayudarles a pacificar
sus corazones, aliviar su mente, para
que lleguen al único objetivo final, Dios? El amor al prójimo empuja a estos
hermanos que ya han encontrado el verdadero ideal de vida a no olvidar a los
otros hermanos que los rodean. Una de las muchas asociaciones que ponen en
práctica este amor al prójimo es también la Milicia de la Inmaculada. Ella se
llama: «de la Inmaculada», porque sus
miembros se ofrecen sin límites a la
Santísima Virgen María Inmaculada, para que Ella misma actúe en ellos y a
través de ellos y derrame a través de ellos, en las otros hermanos las gracias
de luz, la fuerza y la felicidad sobrenaturales. También se llama «Milicia»,
porque no se puede permitir el lujo de descansar, sino que tiene la intención
de conquistar con el amor, muchos corazones a la Inmaculada y, a través de
Ella, al Divino Corazón de Jesús y, en última
instancia, al Padre celestial. ¿Ya formas parte de las filas de esta Milicia? ¿Quisieras
tender una mano de caridad a tus vecinos? ¡Ofrécete también tú a la Inmaculada!
¡Deja a Ella obrar a través de ti y esparcirás una gran felicidad en la tierra,
incluso en nuestro tiempo, ofrecerás a
muchos hermanos inquietos la paz y la serenidad en Dios" (EK 1237).
No hay comentarios:
Publicar un comentario