sábado, 26 de noviembre de 2016

Venerable QUIRICO PIGNALBERI Co-fundador de la M.I.


Fray Quirico  nació en Serrone, Italia el 11 de julio de 1891. Era el último de cinco
hermanos. Con tan solo 17 años decide ingresar a la Orden de Hermanos Menores Conventuales e inicia la experiencia del noviciado en Zagarolo, provincia de Roma, hace su primera profesión religiosa el 14 de noviembre de 1909. El noviciado fue un tiempo determinante para este hermano, durante esa etapa, escribió un propósito de vida que luego se esforzó en cumplir a cabalidad por el resto de su existencia. En ese propósito es de admirar la forma como asume la Regla y las Constituciones de nuestra Orden, pues no fueron para él un texto más de estudio, sino un verdadero proyecto de santidad. Entre los propósitos que allí escribe aparece este: “Todos los días me preguntaré: Quirico, Quirico ¿Qué has venido a hacer aquí? Y responderás: A ser perfecto y santo”

En 1911 es trasladado a la ciudad de Roma en donde realizó sus estudios de filosofía y Teología. Estando allí coincidió con el joven clérigo polaco y futuro santo Maximiliano Kolbe. Entre ambos se gestó una gran amistad y estima. Durante este tiempo de la mano de otros cuatro hermanos más, fundaron el 16 de octubre de 1917 el movimiento mariano de la Milicia de la Inmaculada que procuraba fomentar inicialmente entre los frailes de la Orden el amor a la Inmaculada y que luego se extendió al laicado.
Algunos meses antes de participar en la fundación de la Milicia, fray Quirico había sido ordenado sacerdote. En 1925 es nombrado maestro de novicios, cargo que ejerció por casi 50 años.
Fray Quirico supo combinar varios aspectos de la vida franciscana, se distinguió por su simplicidad, austeridad y pobreza, vestía de manera muy sobria y decía: “No es el cuerpo quien merece tantos cuidados, sino el alma”. Fue conocido también por su abnegado servicio pastoral; atendió con diligencia a los pueblecitos cercanos al convento donde vivía, hasta los cuales se desplazaba incluso de a pie. Eran admirables sus predicaciones y el largo tiempo que pasaba en el confesionario. También tenía espacio para el trabajo manual, en particular se dedicaba a la reparación gratuita de relojes y a la preparación anual de ingeniosos pesebres para el tiempo de navidad.
Era un hombre de profunda oración y contemplación. Quienes convivieron con él, atestiguan que frecuentemente pasaba la noche entera en oración. Diariamente, de acuerdo a un propósito hecho desde la etapa del noviciado, visitaba a Jesús Sacramentado y meditaba la pasión del Señor.
Fray Quirico fue un religioso humilde, amante del anonimato, esquivo a toda alabanza, entregado totalmente a Dios y admirable por la tenacidad de su vida ascética. El ex-ministro general Fray Lanfranco Serrini alguna vez refriéndose a él decía: “Fray Quirico con su ascética nos ha dejado un ejemplo impresionante. Puede a la vez maravillarnos y asustarnos la dureza y la constancia en la mortificación, el ayuno y la disciplina… pero es realmente su particular empeño en vivir a imitación del misterio de Cristo, con el que nos ha infundido el sentido del amor infinito de Dios, del abandono generoso en los brazos de la Inmaculada, de sentir el tesoro profundo de la gracia, y la nostalgia del cielo”.
Fray Quirico partió a la casa del Padre el 18 de julio de 1982 a la edad de 94 años. Su causa de beatificación fue iniciada en 1992, a principios de este año fue declarado venerable por el papa Francisco. Ahora se espera un milagro para su beatificación. Querido Fray Quirico ruega por junto a la Inmaculada por todos los mílites, para que en estos 100 años mantengamos vivo el espíritu de los orígenes.          

sábado, 19 de noviembre de 2016

Venerable Isabel María Satoko Kitahara,



Isabel fue una laica japonesa inscrita a la Milicia de la Inmaculada, nacida en 1929 y muerta en Tokyo, el 23 de enero de 1958, en el pueblecito de Arinomachi, donde había elegido vivir desde el 1950.

Isabel provenía de una familia no cristiana,  pero en 1948 pidió ser bautizada. Su conversión se debe a una experiencia especial que vivió ante una imagen de una Inmaculada de Lourdes. Ella en alguna ocasión entró en una iglesia católica junto con una amiga y estando allí a los pies de Nuestra Señora tuvo una luz especial que marcó toda su existencia. Ella misma lo describe así. “Era la primera vez que veía una imagen de nuestra Santísima Madre. Impulsada, no sé por qué, a entrar en esa iglesia, me quedé mirando fijamente esa estatua, sintiendo dentro de mí la presencia de una fuerza muy atrayente que no sabría explicar”.

En la vida de Isabel Satoko un hecho determinante fue el haber conocido al franciscano Conventual Zenón Zebrowski amigo y discípulo del padre Kolbe, que tras compartir con él en Niepokalanow se va a la misión de Japón a colaborar allí también con el apostolado franciscano y mariano. Viendo el servicio que este fraile prestaba a los niños en un Japón azotado por la pobreza después de la II guerra mundial, decide mudarse a un barrio muy pobre donde trabajaban los hermanos franciscanos para dedicarse allí a cuidar de los niños desamparados. El barrio se llamaba ciudad de las hormigas, porque en él habitaban grupo de traperos que por su incansable trabajo parecían hormigas.
 
Antes de morir, tras padecer tubercolosis al igual que el padre Kolbe, tiene que abandonar la ciudad de las hormigas por motivos de salud, estando lejos de ellos se entera de que las autoridades quieren acabar con esa labor y envía una carta a su antiguos colaboradores y un rosario con estas palabras: “[Este rosario] Está bendecido por el Papa. Pase lo que pase no se desanimen. Yo estaré rezando a ‘María sama’ (la Virgen María) hasta que vuelvan. Junto con ese rosario, pongo en manos del Señor mi vida, esa vida que he recibido de Él en depósito”.

Ella con su ejemplo nos enseña que los auténticos caballeros de la Inmaculada son los que entregan su vida al servicio de los hermanos más necesitados. Que interceda desde el cielo por todos sus con-milites para que sepamos dar gloria a Dios de la mano de la Inmaculada con nuestro servicio a los pobres.

 En Junio de 2015 el papa Francisco declaró sus virtudes heroicas y ahora estamos a la espera de un milagro por su intercesión para que sea canonizada.

sábado, 12 de noviembre de 2016

Beato MIGUEL TOMASZEK santidad en la M.I,

Miguel Tomaszek nació el 23 de septiembre de 1960 en Polonia y fue bautizado un mes más tarde. Él ya era monaguillo cuando recibió su primera comunión en 1969. Su padre murió ese mismo año. A los 15 años, ingresó en el seminario menor de los Franciscanos Conventuales en Legnica. Permaneció allí hasta 1980, cuando comenzó el noviciado en Smardzewice. El 4 de octubre de 1980, la fiesta de San Francisco de Asís, vestía el hábito franciscano, por primera vez y un año después profesó los votos temporales.

Sus compañeros del Seminario recuerdan que Miguel había traído una imagen de la Virgen Inmaculada. Le rezaba con frecuencia y su oración se hacía más prolongada cuando se apagaban las luces para el descanso nocturno. Entonces, se ponía de rodillas ante la imagen y se pasaba largos ratos sumergido en oración.

En el seminario se había organizado un círculo de la M.I. al que él se había incorporado, allí se fomentaba el amor por la misión inspirados en el ejemplo de San Maximiliano Kolbe. En el circulo los futuros misioneros hacían una preparación espiritual porque sabían que la misión no sólo requiere una formación académica sino y ante todo del corazón.

Después de tomar los votos temporales, el Hermano Miguel estudió filosofía y teología en el seminario franciscano conventual en Cracovia, donde defendió su tesis sobre la teología moral, dos años después de haber hecho su profesión solemne fue ordenado sacerdote, tenía 27 años de edad. Laboró como coadjutor en la iglesia parroquial de Piensk y luego lleno de emoción y entusiasmo, Miguel partió como misionero hacia Perú el 25 de julio de 1989, la festividad de Santiago Apóstol.

Fue beatificado en diciembre de 2015


lunes, 7 de noviembre de 2016

INTENCIÓN DE NOVIEMBRE

También en los momentos de oscuridad y de incertidumbre sepamos invocar el amor misericordioso de Dios.


San Maximiliano experimenta momentos de prueba y de  oscuridad, que son para él de gran purificación, típico de la experiencia mística. Esto ocurre principalmente durante las dos internaciones  del Padre Kolbe en el sanatorio de Zakopane debido a la tuberculosis (11 de agosto de 1920 - 29 de abril de 1921. 18 de septiembre de 1926 - 13 de abril de 1927). Se ve obligado a vivir afuera de la casa religiosa para el tratamiento: joven y buen sacerdote experimenta un momento muy difícil de prueba. Se  consagró a la Inmaculada, ofreció su disponibilidad para evangelizar, pero debe permanecer quieto. Acoge pacientemente este sufrimiento ofreciéndolo a Dios con amor.
Este es un momento crucial para Maximiliano: después del  alejamiento forzado desarrolla el extraordinario apostolado que ha hecho célebre al Santo polaco. Vive la cruz con abandono confiado en la voluntad divina, realizando todo para la mayor gloria de Dios y la salvación de las almas, y  ofreciendo su dolor físico y espiritual. Las internaciones  en Zakopane, con la duda sobre su supervivencia, son motivo de un sano y espiritual "desprendimiento" de su apostolado, que desempeña principalmente como periodista y animador de la comunidad religiosa. Es un exilio muy doloroso, una fuerte purificación de los grandes dones de Dios,  y es preludio de su futuro incisivo e incansable apostolato.
El mártir polaco tiene que luchar constantemente con su salud. En Polonia y en Japón tiene la carga de una condición delicada de salud, pero con mucha paciencia acepta todo confiándose con mucha disponibilidad al Corazón de la Inmaculada. Es la confianza del niño que pone toda esperanza y expectativa en el Señor. Él confía totalmente en Dios cuando, para el nacimiento y el desarrollo de la misión japonesa, surgen dificultades de naturaleza jurídica y económica: también en esta circunstancia. De gran importancia es el siguiente pasaje: "Las dificultades aquí son muy numerosas, incluso de parte de los sacerdotes (como, de hecho sucedió en  Polonia). El obispo de Tokio me hizo grandes  reproches sobre el Kishi, dándome a entender cómo allí en la capital hay muchas prevenciones contra nosotros. A veces, incluso se contradecía; evidentemente presentó  argumentos que no eran suyos. Pero quedó impactado ante los casos de conversiones. Las conversiones no cesan; justamente el domingo pasado se presentó  una mujer pagana con un sacerdote para agradecernos por su conversión. Tiempo atrás nos escribió que tenía la intención de convertirse" (EK 336).
En esta carta de San Maximiliano es visible su sufrimiento por las dificultades encontradas en la tierra japonesa, y también su significativo espíritu de ofrecimiento a Dios, y su gran celo misionero, con lo cual  logra suscitar muchas conversiones. Las expresiones del Padre Kolbe muestran una gran capacidad de abandono en la Providencia de Dios y en la mediación maternal de María. La práctica de la ascesis es decisiva, como también la oración por el éxito de la actividad apostólica. En el período de su presencia en Japón, el mártir  enfrenta momentos muy delicados, en los cuales  está llamado a ejercer mucha paciencia y humildad en relación con  los hermanos que no comparten sus métodos o están en crisis vocacional.  El sufrimiento es grande,  y  grande es su confianza en el Señor y en la Inmaculada:  ascesis y  confianza son fundamentales para que la misión dé fruto, y para que se arraigue de la mejor manera. Él demuestra que es un auténtico Hermano menor y penitente porque pone todas las realidades en manos del Altísimo,  anonadándose a sí mismo y  aceptando  la adversidad. Este testimonio hace que el apostolado sea más valioso y eficaz: se caracteriza por la cruz. Incluso en las más dolorosas circunstancias el Padre Kolbe no se rinde y  trabaja por su fraternidad,  y comparte con los Hermanos el trabajo en tierra de misión. La oración,  el rosario en particular, le permite obtener del Señor fuerza y ​​perseverancia, incluso en la oscuridad y en la más grande fatiga: "En los corazones afligidos se derrama un bálsamo de consuelo, en las almas desesperadas despunta un nuevo rayo de esperanza. Los pobres, los afligidos, quienes están agobiados  bajo el peso de las preocupaciones, de las tribulaciones y de las cruces se sienten cada vez más clara y concretamente que no son huérfanos, que tienen una Madre que conoce sus dolores, tiene compasión, los consuela y los ayuda. Ellos sienten que tienen que sufrir un poco más, pero que luego llegará una recompensa, la recompensa eterna, infinita; de hecho sienten que hasta vale la pena sufrir en esta breve vida, para borrar las culpas cometidas y para dar prueba de su amor a Dios;  comprenden que en el sufrimiento el alma se purifica como el oro en el fuego, se separa de las ilusiones pasajeras que el mundo llama felicidad, y se eleva cada vez más alto, infinitamente más alto, hasta la fuente de toda felicidad, hasta Dios. Se dan cuenta de que sólo en Él el alma pueda descansar, mientras que todo lo demás es muy poco" (EK 1102).
 
Para la reflexión

Medita en el siguiente pasaje de San Maximiliano:


«Trata de recurrir a Ella, como un niño a su querida y buena Madre, también invocándola con su santo nombre "María", con los labios o con el corazón, en las dificultades de la vida, en las oscuridades y en las  debilidades espirituales, y tú mismo te convencerás cuán potente es María y quién es su Hijo, Jesucristo» (EK 1181).