martes, 5 de julio de 2016

INTENCIÓN DE JULIO

JULIO

Para que el rencor y la rabia no apaguen nuestra capacidad de amar

En el período de su presencia en Japón, San Maximiliano enfrenta momentos delicados, en los cuales  está llamado a practicar mucha paciencia y humildad con respecto a sus Hermanos que no comparten sus formas  o están en crisis vocacional. El sufrimiento es grande, pero también es grande su confianza en el Señor y en la Inmaculada: la  ascesis y la confianza son determinantes  para que la misión dé  frutos, y para que se arraigue de la mejor manera. Él demuestra ser un verdadero hermano menor y penitente porque pone cada realidad en manos del Altísimo, considerándose nada y aceptando la adversidad. Este testimonio hace que el apostolato sea más valioso y eficaz: se caracteriza por la cruz.
Así se expresa: "La cosa no ha pasado del todo sin consecuencias y temí seriamente  por la vocación del Hermano Mariano, al cual la partida, la Argentina, la reforma, habían comenzado a poner confusión en su cabeza; y también por la vocación del Hermano Paolo, que se había apegado mucho al ex fraile  Ludovico y él también hablaba abiertamente ahora de salir y viajar a Argentina con el fin de ayudar (?) a los compatriotas inmigrantes. Ludovico, de hecho, parecía que se había dedicado al bienestar de los residentes japoneses en Argentina. Ahora, sin embargo, gracias a la Inmaculada, ha pasado todo y ambos han recuperado su equilibrio. Pensé
que no me habría tomado tan a pecho este lío, ya que la salida de los precedentes, con la condición deplorable de su alma, la perspectiva miserable de su futuro, nuestra reputación, la desilusión de la esperanza de la ayuda en dos años, el sacar de nuevo  del bolsillo tanto dinero
-que viene de las manos de muchos que tal vez se privaron del alimento para darlo a la causa de la Inmaculada- después de haber gastado tanto en su venida [en Japón] y para su mantenimiento en Tokio, y luego el creciente temor por la influencia negativa sobre los demás, y así sucesivamente; todo esto ha tenido sus efectos y mi salud ha sufrido mucho. La Inmaculada, sin embargo, dio de nuevo "un mayo", un hermoso y soleado mes de  mayo"(EK 421).

Maximiliano no huye de los problemas con los Hermanos, sino que sufre con ellos, también por los excesos que muestran. Su ascesis prevalece sobre la tentación del desaliento y del resentimiento. Es precisamente en el momento en el cual la vida fraterna le causa más sufrimiento cuando aumenta su disponibilidad  a confiar en Dios para cumplir Su Voluntad y  la misión. El santo polaco no rechaza a los hermanos que le causan sufrimiento, acogiéndolos igualmente con paciencia y amabilidad. Sin embargo, la preocupación del  mártir franciscano no está representada por la dificultad que los Hermanos le causan, sino por el  peligro del mal ejemplo que podrían ofrecer a las personas que, en cambio, deben ser edificadas y evangelizadas. En Kolbe ciertamente podemos hablar de un “ser menor”  que se caracteriza por no sentirse superior a los demás y por no poseer bienes o títulos. En su forma de vida se puede apreciar el hecho de que no se siente superior a los otros Hermanos con los que trata de hacer prevalecer la lógica del amor y de la comprensión. Incluso las muchas estructuras realizadas para la evangelización no son motivo  de orgullo y de gloria: todo es considerado como un don  de la providencia divina y de la Inmaculada.
Maximiliano nos ofrece una exhortación significativa porque el amor fraternal siempre triunfará: "Trabajemos con prudencia, paciencia,  humildad, y sin pausa, purificando continuamente nuestras intenciones, para cumplir solamente  la Voluntad de Dios a través de la Inmaculada, ayudándonos recíprocamente con la oración, el consejo y la acción" (EK 46). El santo expresa estos pensamientos en una carta en el año 1920, durante su internación en el sanatorio. Ya probado por la enfermedad, invita a un compañero de Rumania a trabajar con paciencia y con humildad, rezando  y confiando totalmente en la voluntad de Dios. Es la actitud del menor, de quien se siente pequeño y confía solamente en el Señor, consciente de la extraordinaria vocación para la misión. De esta manera, el amor triunfa sobre el odio y el resentimiento. La oración, el  sentirse pequeños y humildes, el ofrecimiento al Señor, la confianza en la Inmaculada:  son todos elementos que contribuyen activamente a hacer triunfar  en nosotros el amor.  Incluso en las circunstancias más dolorosas, el Padre Kolbe no renuncia a trabajar por su  fraternidad y a  querer compartir con los Hermanos el trabajo  en tierra de misión.

Para la reflexión

- ¿Cómo puedo vencer mi resentimiento?
- ¿Cómo puedo superar el resentimiento o rencor para que el amor pueda prevalecer?
- ¿Rezo para que mi corazón esté libre de sentimientos de venganza y esté abierto a los hermanos?
-  El ejemplo de Kolbe, que amó incluso a los que lo mataron, ¿me compromete, me habla?
-  ¿Discuto con los hermanos para construir o para  hacer prevalecer mi pensamiento?
-  ¿Considero al hermano en su ser amado por Dios?
-  ¿Cultivo la belleza y la integridad de mi corazón?
-  El ofrecimiento a la Inmaculada ¿me ayuda a liberar el corazón del odio para que  yo pueda seguir amando con todas mis fuerzas?
- ¿Cómo permito al amor triunfar en mi realidad MI?