lunes, 9 de mayo de 2016

INTENCIÓN DE MAYO


Libres de todo prejuicio, acojamos a los hermanos en su diversidad.

La aceptación incondicional es una característica esencial de la espiritualidad de San Maximiliano. Él se deja conducir por Cristo y por la presencia maternal de la Inmaculada hacia una cada vez mayor capacidad de amar,  que alcanza su punto culminante en Auschwitz. Estas son algunas de las expresiones significativas del santo: "El odio divide, separa y destruye, mientras  al contrario el amor une, da paz y construye. No es raro entonces, que sólo el amor es capaz de hacer a los hombres más perfectos. Por lo tanto, sólo aquella religión que enseña el amor a Dios y al prójimo puede perfeccionar a los hombres. La religión de Jesucristo es verdaderamente la religión del amor, del amor perfecto, y esto es evidente en las santas palabras de Jesucristo" (EK 1206).
El mártir polaco aprende a amar también  a los enemigos, incluso a aquellos que ponen en peligro su vida y la de sus hermanos. Escribirá  a  un oficial alemán que investiga las actividades de la Ciudad de la Inmaculada, en las vísperas  de su arresto: "Me gustaría hacer hincapié en que no siento odio por nadie en esta tierra. La esencia de mi ideal está muy dentro de mí. Lo que surge de él es mío: por este ideal yo deseo trabajar, sufrir y también ofrecer en sacrificio mi vida, mientras que lo que es contrario a él no es mío, sino que viene de afuera y, por lo tanto, según mis posibilidades, lo he combatido, lo combato y lo combatiré siempre" (EK 884).
El santo aprende a cultivar en su corazón un amor universal, libre de prejuicios y totalmente libre de cualquier rastro de resentimiento. Son significativas  estas expresiones dirigidas a sus hermanos: "Y ahora seguimos y seguiremos realizando la misión de amor al prójimo,  quienquiera que sea, para aliviar a los que sufren y encender en su corazón un amor agradecido a la Inmaculada, Madre que ama a todos los hombres de la tierra, sin distinciones" (EK 914).
El acto de ofrecimiento de la vida en el lugar de un padre de familia en el campo de concentración no es el gesto de un momento de fervor y de generosidad, sino el resultado de un camino espiritual marcado por su cotidiano ofrecimiento que llega a su punto culminante en Auschwitz. La muerte de San Maximiliano es  hija de una vida gastada maravillosamente en el amor y en el servicio a Dios, bajo la protección y la guía de la Inmaculada.

Creemos que  el hombre de hoy, sobre todo el que cree en Cristo, tiene absoluta necesidad de inspirarse en el ejemplo del Padre Kolbe para reconstruir o fortalecer su capacidad de amar. Las condiciones inhumanas del campo, las barbaries que se llevaron a cabo en él fueron  iluminadas por  la insólita y heroica propuesta de dar la vida por un padre de familia, por parte del mártir polaco. Su elección de amor indica a los creyentes la luz que deben llevar al mundo actual, en el cual muy a menudo prevalece el deseo de dominar.  San Maximiliano enseña que el amor es la esencia misma del ser humano, lo que lo ennoblece, lo embellece y hace que su vida sea más digna. La caridad es para él y para nosotros la dimensión más importante de la existencia. Él afirma la belleza de su humanidad y el amor de Dios contra el odio y la destrucción del hermano. El confirma a los cristianos y a los hombres de hoy que es fundamnetal dar testimonio del amor hasta la entrega de sí mismos: en este sentido, todos estamos llamados a ser «kolbianos»,  a estar convencidos de la importancia que tiene el ser  testigos de la caridad que prevalece sobre toda clase de maldad y de  intolerancia. La humanidad encuentra plena realización en el ser un reflejo del amor de Dios: es lo que el mártir de Auschwitz grita a los hermanos de este siglo.

Para la reflexión

Es útil meditar en estas palabras de San Maximiliano, tomadas de un artículo del año 1939, que se refieren  a la actividad de la MI y al amor que este movimento desea proponer.

"Estos  pobres hermanos, por lo tanto, necesitan luz, mucha luz sobrenatural, una gran energía sobrenatural; son  infelices, están descontentos, porque consideran como objetivo final lo que es sólo un medio y por lo tanto, después de alcanzar la felicidad a la que aspiran, no encuentran lo que buscaban. Y siguen buscando con  el corazón decepcionado, con la amargura en el alma. ¿Y cómo podemos  tenderles la mano? ¿Cómo no ayudarles a pacificar sus corazones,  aliviar su mente, para que lleguen al único objetivo final, Dios? El amor al prójimo empuja a estos hermanos que ya han encontrado el verdadero ideal de vida a no olvidar a los otros hermanos que los rodean. Una de las muchas asociaciones que ponen en práctica este amor al prójimo es también la Milicia de la Inmaculada. Ella se llama: «de la Inmaculada»,  porque sus miembros se ofrecen sin límites  a la Santísima Virgen María Inmaculada, para que Ella misma actúe en ellos y a través de ellos y derrame a través de ellos, en las otros hermanos las gracias de luz, la fuerza y la felicidad sobrenaturales. También se llama «Milicia», porque no se puede permitir el lujo de descansar, sino que tiene la intención de conquistar con el amor, muchos corazones a la Inmaculada y, a través de Ella,  al Divino Corazón de Jesús y, en última instancia, al Padre celestial. ¿Ya formas parte de las filas de esta Milicia? ¿Quisieras tender una mano de caridad a tus vecinos? ¡Ofrécete también tú a la Inmaculada! ¡Deja a Ella obrar a través de ti y esparcirás una gran felicidad en la tierra, incluso en nuestro tiempo,  ofrecerás a muchos hermanos inquietos la paz y la serenidad en Dios" (EK 1237).