martes, 22 de septiembre de 2015

MONTERÍA SE UNE A LA CAUSA DE LA INMACULADA.


El pasado sábado 19 de septiembre un grupo de 11 laicos y un monasterio entero de clarisas se unieron a la causa de la Inmaculada, consagrándose a Ella enteramente en la Asociación de la Milicia de la Inmaculada, fundada por San Maximiliano Kolbe. Ellos ahora junto con los mílites de Bogotá, Cali, Corozal y la Estrella, se empeñarán en lograr que el ideal de la M.I. sea una realidad: “Ganar a Colombia entera para Cristo por medio de la Inmaculada”

Algo para rescatar en esta nueva presencia de la M.I. es el apoyo que ha tenido por parte de las hermanas del Monasterio de Santa Clara de esa ciudad. Las clarisas son la rama femenina de la Orden franciscana, ellas desde la clausura comparten el mismo ideal de vida de los Hermanos Menores. En su espiritualidad como en la de todas las demás Ordenes que hacen parte de la gran familia franciscana, la Inmaculada ocupa un lugar muy especial. Ellas son participes del reto que ha querido proponer San Maximiliano a todos los hijos de San Francisco, que es sembrar la verdad de fe de la Inmaculada Concepción en el Corazón de todos los hombres y mujeres y cultivar sus frutos de santificación. (Cf. EK 486) Esperamos que así como en Niepokalanow en la época del Padre Kolbe, el ideal de vida franciscana con ese tinte mariano e inmaculista atrajo tantas vocaciones, la vida ejemplar de esas hermanitas haga que muchas jóvenes se animen a tomar su género de vida.
Una semana antes de la consagración, estuvieron haciendo el retiro de preparación, con los habituales dos días en casa y último día en algún centro de retiros. En esa jornada tuvieron la posibilidad de profundizar sobre su condición de bautizados y sobre el valor de la consagración a la Inmaculada. También aprovecharon para estar largo tiempo en silencio ante Jesús sacramentado.

La ceremonia de consagración, fue presidida por Fray Fabián Arrieta OFMConv, él animo a todos los nuevos consagrados a vivir con fidelidad su vida Cristiana de la mano de María, haciéndoles conscientes de que una vez consagrados a Ella, no tenemos ya mucho de que preocuparnos, pues ella nos lleva de su mano, como propiedad suya que somos. La capilla del monasterio, estuvo hermosamente decorada con flores blancas y la Inmaculada fue puesta en un sitio de honor para que todos pudieran venerarla con mucha más devoción.

Esperamos tener pronto un grupo de personas líderes en esa ciudad, que nos ayuden a llevar adelante este ideal de vida de la M.I. Prontamente estaremos abriendo el camino de consagración en una parroquia de esa ciudad, tan pronto tengamos fecha exacta les estaremos informando 

viernes, 11 de septiembre de 2015

MEDITACIÓN KOLBIANA DESDE LA CELDA DEL AMOR

PADRE KOLBE "MADRE"


Por: Angela Esposito, mipk


Y así sucede por cada vida que se dona. El padre Kolbe, totalmente entregado a la “Llena de Gracia”, a Aquella que ha sido transformada por la ternura de Dios, transforma en humano el deshumanizado campo de concentración de Auschwitz hasta donar su propia vida.
De la muerte del padre Kolbe, crucificado por amor, muchos han recibido luz y fuerza contemplando su testimonio de vida. “Yo creo, dirá un día uno de sus primeros compañeros de Niepokalanów, que nunca un padre o una madre hayan amado a sus hijos con tal afecto y ternura como el padre Maximiliano los ha amado.”

Deportado a Auschwitz, donde llegó el 28 de mayo de 1941, su única preocupación era no dejar escapar las ocasiones de brindar caridad hacia los otros. A todos les ofrece una mano llena de amor, por todos reza, sufre y a todos les desea el bien, la felicidad ya que es Dios quien lo quiere (1).
Maximiliano es enviado a los trabajos forzados, cae extenuado en la tierra y a quién lo socorre, despotricando contra el guardia jefe Krott, él le dice suavemente: “¡No lo hagas! El odio no es fuerza creadora. Es sólo impotencia, ¡impotencia de amar!” 

Se lo ve empujar carretillas llenas de piedras: una patrulla lo encontró un día bajo un cúmulo de hojas, donde sus guardias lo habían arrojado después de haberlo golpeado hasta sangrar. Fue transportado a la enfermería, un joven enfermo le sacó con violencia un vaso de leche que el médico le estaba ofreciendo al padre Kolbe que se encontraba indefenso y con fiebre. El joven ladrón miró a Maximiliano y le dijo al médico desorientado por lo que había ocurrido y dijo: “yo no creo en Dios, pero él sí”.
En la enfermería le asignan el último lugar que quedaba libre, en medio de la corriente de aire de la puerta de ingreso. Lo valorizó mucho pues esto le permitía acoger a los enfermos con una cálida palabra y le permitía rezar cuando llevaban a las personas que fallecían. 

Junto a un compañero de detención le dieron el compromiso de transportar los cadáveres. El pobre temblaba cuando los llevaba al horno crematorio y el número 16670 rezaba y los bendecía en medio del humo del horno. 
Durante la noche con la complicidad de las tinieblas, algunos prisioneros iban a ver a Maximiliano para ser confortados. Un testigo cuenta: “Cuando al cabo de mi tarea diaria me acercaba a Él me apretaba a su pecho como una madre a su hijo… Yo me sentía especialmente confortado con sus insistencias: “Toma la mano de Cristo en una mano y la de María en la otra. Entonces, aun estando en tinieblas, podrás ir adelante con la confianza de un niño guiado por sus padres. Tengo una enorme deuda con su corazón maternal”. (2)

“A menudo era golpeado por los guardias y los jefes. Comencé a pensar de tirarme sobre el alambre de púa con corriente y terminar con mi vida allí… el padre Kolbe lo supo. Me habló y me devolvió la serenidad. Sabía infundir en mí y en los demás, coraje... yo lo llamo el apóstol de Auschwitz”. Cuando los grupos de detenidos podían reunirse en torno a él, sin suscitar la sospecha de los guardias, él les hablaba de Dios, de la fe, de los valores sublimes de la vida cristiana y aquellos hombres, tan probados y con la muerte en el corazón, parecían revivir. 

“A los 13 años me encontraba en el infierno de Auschwitz. Solo, con mis padres asesinados. Mientras caminaba, buscando alguien con quien compartir mi dolor, el padre Kolbe me encontró y me habló. Para mí fue como un ángel y, como una madre, me tomó entre sus brazos. Secaba siempre mis lágrimas y mi vida volvió a florecer.” 

Cuando se dona por un prisionero se entrega por todos, acompañándolos hacia el bunker: fray Ladislao comenta su actuar cuando se dirige al lugar de la muerte: “Las diez víctimas pasaban por delante de mí y vi que el padre Kolbe se tambaleaba bajo el peso de uno de los condenados. Él lo sostenía a este hombre que no era capaz de caminar con sus propias fuerzas.”

El padre Kolbe, como una madre da, no pide nada. No pretende, ofrece. No exige nada y dona todo. Después de haber regalado el pequeño trozo de pan, se dona a sí mismo. Se da a sí mismo para transformar los hombres deAuschwitz de bestias en hermanos. Es esta ternura de amor que cambia la vida para siempre. El padre Kolbe es luz para quien se acerca, porque cree que el bien es posible también en situaciones que parecen negarlo. “Su muerte significó la salvación de miles… y mientras vivamos, nosotros, los que estuvimos en Auschwitz, inclinaremos nuestras cabezas en memoria de ella… Fuimos impactados por ese acto, que se convirtió para nosotros en una poderosa explosión de luz en la oscura noche del campo.” (3)

A San Maximiliano se pueden aplicar muy bien las palabras de una de las más grandes poetisas italianas, Alda Merini, que así escribe: “Sus ojos nacidos para la caridad, exentos de cualquier cansancio, no se cerraban nunca, ni de día ni de noche, porque no querían perder de vista a su Dios”. 
 

(1) Cfr. EK 1075
(2) Patricia Treece, Maximiliano Kolbe, un hombre para los demás. Ed. de la Inmaculada. 177-178.
(3) Patricia Treece,Maximiliano Kolbe, un hombre para los demás. Ed. de la Inmaculada. 223-224.

Tomado de. www.kolbemission.org

martes, 1 de septiembre de 2015

INTENCIÓN DE ORACIÓN PARA SEPTIEMBRE


"Para que cada cristiano ponga la máxima atención en el cuidado y salvaguardia del ambiente en el que vive y que es obra de Dios".
Reflexión del Centro Internacional de la M.I. en Roma
En numerosas ocasiones Maximiliano habla de la creación. En sus escritos no trata sólo de temas relacionados con la conversión y con la santificación del hombre, sino que a menudo se ocupa de la belleza de la creación. En una meditación, con las siguientes palabras, alaba al Creador por las maravillas que ha realizado: « ¿Quién se atrevería a suponer que Tú, oh Dios infinito, eterno, me has amado desde hace siglos, mejor dicho, desde antes de los siglos? Tú, en efecto, me amas desde el momento en que existes como Dios, ¡por tanto me has amado y me amarás siempre!... Aunque yo aún no existiese, Tú ya me amabas, y porque ya me amabas, oh Buen Dios, me llamaste de la nada a la existencia. Para mí creaste los cielos constelados de estrellas, para mí la tierra, los mares, los montes, los ríos,  tantas, tantas cosas hermosas que hay en la tierra… Pero esto no es suficiente: para mostrarme de cerca que me amas con mucha ternura, bajaste de las delicias más puras del paraíso a esta tierra enlodada y llena de lágrimas, viviste en medio de la pobreza, de las fatigas y de los sufrimientos» (EK 1145).  Obviamente la Inmaculada es la expresión más bella de toda la creación y nuestro santo alaba y agradece a Dios por haberle donado a la humanidad entera una madre así maravillosa. He aquí, las elocuentes palabras del mártir franciscano que subrayan la belleza de María, esplendor de la humanidad: «Desde la eternidad, sin embargo, Dios había previsto una Criatura que en nada, ni en lo más pequeño, se habría alejado de él, que no habría disipado ninguna gracia, que nunca se habría apropiado de ninguna cosa recibida de él. Desde el primer instante de su existencia el Dador de las gracias, el Espíritu Santo, estableció su propia morada en su alma, tomó posesión absoluta de ella y penetró en ella de tal modo que el nombre de Esposa del Espíritu Santo no expresa sino una sombra lejana, pálida, imperfecta, aunque verdadera, de esa unión». (EK 1224).
El Padre Kolbe exalta el “sí” de María, maravilla de la creación, mediante el cual coopera en la realización de una nueva creación en Cristo Jesús; «Dios dijo: “Fiat” (Gen 1, 3, 6) y la creación tuvo lugar. Una criatura, María, dijo: “Fiat mihi” (Lc 1,38) y Dios se hizo presente en Ella. También las creaturas repiten: “Fiat”. Concilian su voluntad con la voluntad de la Inmaculada. Acción y reacción» (EK 1283). La contemplación de la creación nos consiente de alabar, amar, glorificar y bendecir al Altísimo.

Ésta, es en efecto, la finalidad de la M.I.: exaltar cada obra de Dios y poner a la humanidad en la condición de reconocerla, para agradecerle al Creador y descubrir el infinito amor por cada elemento del orden creatural. De hecho, «la naturaleza de todas las cosas está modelada conforme a la finalidad que se propone; por consiguiente, también para conocer la naturaleza de la M.I. es necesario examinar su finalidad. Todo tiene, además, un doble fin: el último y el inmediato. El fin último de toda criatura es la gloria externa de Dios, las criaturas inteligentes ofrecen esta gloria de manera perfecta, ya que no son sólo una imagen de las perfecciones divinas, sino que también, conocen y reconocen esa imagen. De aquí el homenaje, la adoración, la acción de gracias y el amor de la criatura al Creador. Nosotros tenemos que amar  de manera infinita, ya que Él nos amó de manera infinita y manifestó ese amor bajando Él mismo a esta tierra, para aliviar, iluminar, fortalecer y hasta redimir al hombre culpable mediante la muerte ignominiosa y entre los tormentos más terribles; quedándose con nosotros hasta el fin de los tiempos, si bien muy abandonado e insultado por personas ingratas; donándose a nosotros como alimento, para divinizarnos con su divinidad. Sin embargo, siendo nosotros criaturas limitadas, no podemos ofrecer a Dios una gloria infinita. Ofrezcámosle al menos todo lo que podamos. Por eso el fin último de la M.I. es precisamente la gloria de Dios, y no solamente eso, sino una gloria mayor, es más, la máxima posible» (EK 1248).  

Confiamos al mismo Kolbe los puntos para nuestra reflexión que encontramos expuestos en uno de sus documentos inéditos (cfr. EK 1285). Consideramos cuanto el santo expone y contemplamos la obra de Dios tributándole gloria.