Verónica nació el
7 de diciembre de 1935 en Rumanía. De su pueblo natal procedía también el Fray
José Pal del grupo de los 6 cofundadores de la M.I. Al día siguiente de su nacimiento,
solemnidad de la Inmaculada Concepción fue bautizada. ¡Desde sus primeros días
su vida estuvo unida a María!
Verónica creció
con sus padres. Era una niña normal, le gustaba jugar, estudiar y sobretodo
disfrutaba los momentos de oración en familia. Poco a poco se fue
incrementando en su corazón el amor a Jesús Sacramentado y la Virgen
Inmaculada. Ya Dios iba formando a su pequeña hija en el Espíritu de la M.I.
A los 16 años
comienza a formar parte del coro parroquial. Participando de la vida en su parroquia
conoce la obra de San Maximiliano Kolbe y no duda en entregar su existencia en manos de la Inmaculada y se convierte en Mílite.
Muy pronto
Verónica sintió el llamado a la Vida consagrada, pero no lo pudo realizar por
diversos motivos, sin embargo oyendo el consejo de su director espiritual
decide consagrarse en la Orden Franciscana Seglar y hace un voto privado de
Castidad. En el patio de su casa construye una pequeña celdita y se dedica allí
a la Oración.
Los que la
conocieron, cuentan que su amor a la Eucaristía la llevaba a movilizarse a píe
hasta 8 kilómetros, incluso en invierno cuando las temperaturas son
extremadamente bajas en esa región. Dado que la Iglesia de su pueblo no era
parroquia y por ende no se celebraba la Eucaristía diaria, esta chica llena de
amor por Jesús y deseosa de recibirle no dudaba en levantarse a las 4:00am e ir
caminando hasta la parroquia más cercana.
El 23 de agosto
de 1958 haciendo el recorrido de vuelta a casa, después de haber participado en
la
Misa, el joven Pavel Mocanu, que estaba enamorado de ella y
enloquecido de pasión por esta hermosa joven, la abordó e intentó forcejearla
para que ella accediese a sus deseos carnales y al negarse rotundamente,
decidió quitarle la vida. La joven fue apuñalada 24 veces. Cuando encontraron
su cuerpo al día siguiente, tenía aferrado a sus manos una camándula con la
que iba rezando el rosario.
En la autopsia
comprobaron que el joven por más que quiso no mancilló la pureza de esta
valiente mílite.
Ella al igual
que el padre Kolbe ha sido coronado en el cielo con la corona blanca y roja de la pureza y el
martirio que mereció por su fidelidad en la tierra, mientras tanto esperamos
que la Iglesia reconozca pronto su santidad y martirio. Que ella interceda para que en
estos 100 años de la M.I. muchos jóvenes se animen a seguir su ejemplo
entregando sus vidas a Jesucristo por manos de la Inmaculada.
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