Fray Quirico nació en Serrone,
Italia el 11 de julio de 1891. Era el último de cinco
hermanos. Con tan solo 17
años decide ingresar a la Orden de Hermanos Menores Conventuales e inicia la
experiencia del noviciado en Zagarolo, provincia de Roma, hace su primera profesión
religiosa el 14 de noviembre de 1909. El noviciado fue un tiempo determinante
para este hermano, durante esa etapa, escribió un propósito de vida que luego
se esforzó en cumplir a cabalidad por el resto de su existencia. En ese
propósito es de admirar la forma como asume la Regla y las Constituciones de
nuestra Orden, pues no fueron para él un texto más de estudio, sino un
verdadero proyecto de santidad. Entre los propósitos que allí escribe aparece
este: “Todos los días me preguntaré: Quirico, Quirico ¿Qué has venido a hacer
aquí? Y responderás: A ser perfecto y santo”
En 1911 es trasladado a la ciudad de Roma en donde realizó sus
estudios de filosofía y Teología. Estando allí coincidió con el joven clérigo
polaco y futuro santo Maximiliano Kolbe. Entre ambos se gestó una gran amistad
y estima. Durante este tiempo de la mano de otros cuatro hermanos más, fundaron
el 16 de octubre de 1917 el movimiento mariano de la Milicia de la Inmaculada
que procuraba fomentar inicialmente entre los frailes de la Orden el amor a la
Inmaculada y que luego se extendió al
laicado.
Algunos meses antes de participar en la fundación de la Milicia,
fray Quirico había sido ordenado sacerdote. En 1925 es nombrado maestro de novicios,
cargo que ejerció por casi 50 años.
Fray Quirico supo combinar varios aspectos de la vida franciscana,
se distinguió por su simplicidad, austeridad y pobreza, vestía de manera muy
sobria y decía: “No es el cuerpo quien merece tantos cuidados, sino el alma”. Fue
conocido también por su abnegado servicio pastoral; atendió con diligencia a
los pueblecitos cercanos al convento donde vivía, hasta los cuales se desplazaba
incluso de a pie. Eran admirables sus predicaciones y el largo tiempo que
pasaba en el confesionario. También tenía espacio para el trabajo manual, en
particular se dedicaba a la reparación gratuita de relojes y a la preparación
anual de ingeniosos pesebres para el tiempo de navidad.
Era un hombre de profunda oración y contemplación. Quienes
convivieron con él, atestiguan que frecuentemente pasaba la noche entera en
oración. Diariamente, de acuerdo a un propósito hecho desde la etapa del
noviciado, visitaba a Jesús Sacramentado y meditaba la pasión del Señor.
Fray Quirico fue un religioso humilde, amante del anonimato,
esquivo a toda alabanza, entregado totalmente a Dios y admirable por la
tenacidad de su vida ascética. El ex-ministro general Fray Lanfranco Serrini
alguna vez refriéndose a él decía: “Fray Quirico con su ascética nos ha dejado
un ejemplo impresionante. Puede a la vez maravillarnos y asustarnos la dureza y
la constancia en la mortificación, el ayuno y la disciplina… pero es realmente
su particular empeño en vivir a imitación del misterio de Cristo, con el que
nos ha infundido el sentido del amor infinito de Dios, del abandono generoso en
los brazos de la Inmaculada, de sentir el tesoro profundo de la gracia, y la
nostalgia del cielo”.
Fray
Quirico partió a la casa del Padre el 18 de julio de 1982 a la edad de 94 años.
Su causa de beatificación fue iniciada en 1992, a principios de este año fue declarado venerable por el papa Francisco. Ahora se espera un milagro para su beatificación. Querido Fray Quirico ruega por junto a la Inmaculada por todos los mílites, para que en estos 100 años mantengamos vivo el espíritu de los orígenes.