JULIO
Para que el rencor y la rabia
no apaguen nuestra capacidad de amar
En el período de su presencia en Japón, San
Maximiliano enfrenta momentos delicados, en los cuales está llamado a practicar mucha paciencia y
humildad con respecto a sus Hermanos que no comparten sus formas o están en crisis vocacional. El sufrimiento
es grande, pero también es grande su confianza en el Señor y en la Inmaculada: la
ascesis y la confianza son determinantes
para que la misión dé frutos, y para que se arraigue de la mejor
manera. Él demuestra ser un verdadero hermano menor y penitente porque pone
cada realidad en manos del Altísimo, considerándose nada y aceptando la
adversidad. Este testimonio hace que el apostolato sea más valioso y eficaz: se
caracteriza por la cruz.
Así se expresa: "La cosa no ha pasado del todo
sin consecuencias y temí seriamente por
la vocación del Hermano Mariano, al cual la partida, la Argentina, la reforma,
habían comenzado a poner confusión en su cabeza; y también por la vocación del
Hermano Paolo, que se había apegado mucho al ex fraile Ludovico y él también hablaba abiertamente
ahora de salir y viajar a Argentina con el fin de ayudar (?) a los compatriotas
inmigrantes. Ludovico, de hecho, parecía que se había dedicado al bienestar de
los residentes japoneses en Argentina. Ahora, sin embargo, gracias a la Inmaculada,
ha pasado todo y ambos han recuperado su equilibrio. Pensé
que no me habría tomado tan a pecho este lío, ya que
la salida de los precedentes, con la condición deplorable de su alma, la
perspectiva miserable de su futuro, nuestra reputación, la desilusión de la
esperanza de la ayuda en dos años, el sacar de nuevo del bolsillo tanto dinero
-que viene de las manos de muchos que tal vez se
privaron del alimento para darlo a la causa de la Inmaculada- después de haber gastado
tanto en su venida [en Japón] y para su mantenimiento en Tokio, y luego el
creciente temor por la influencia negativa sobre los demás, y así
sucesivamente; todo esto ha tenido sus efectos y mi salud ha sufrido mucho. La
Inmaculada, sin embargo, dio de nuevo "un mayo", un hermoso y soleado
mes de mayo"(EK 421).
Maximiliano no huye de los problemas con los Hermanos,
sino que sufre con ellos, también por los
excesos que muestran. Su ascesis prevalece sobre la tentación del desaliento y del
resentimiento. Es precisamente en el momento en el cual la vida fraterna le causa
más sufrimiento cuando aumenta su disponibilidad a confiar en Dios para cumplir Su Voluntad
y la misión. El santo polaco no rechaza
a los hermanos que le causan sufrimiento, acogiéndolos igualmente con paciencia
y amabilidad. Sin embargo, la preocupación del
mártir franciscano no está representada por la dificultad que los Hermanos
le causan, sino por el peligro del mal
ejemplo que podrían ofrecer a las personas que, en cambio, deben ser edificadas
y evangelizadas. En Kolbe ciertamente podemos hablar de un “ser menor” que se caracteriza por no sentirse superior a
los demás y por no poseer bienes o títulos. En su forma de vida se puede
apreciar el hecho de que no se siente superior a los otros Hermanos con los que
trata de hacer prevalecer la lógica del amor y de la comprensión. Incluso las
muchas estructuras realizadas para la evangelización no son motivo de orgullo y de gloria: todo es considerado
como un don de la providencia divina y
de la Inmaculada.
Maximiliano nos ofrece una exhortación significativa
porque el amor fraternal siempre triunfará: "Trabajemos con prudencia, paciencia,
humildad, y sin pausa, purificando
continuamente nuestras intenciones, para cumplir solamente la Voluntad de Dios a través de la Inmaculada,
ayudándonos recíprocamente con la oración, el consejo y la acción" (EK 46). El santo expresa estos
pensamientos en una carta en el año 1920, durante su internación en el
sanatorio. Ya probado por la enfermedad, invita a un compañero de Rumania a
trabajar con paciencia y con humildad, rezando y confiando totalmente en la voluntad de Dios.
Es la actitud del menor, de quien se siente pequeño y confía solamente en el
Señor, consciente de la extraordinaria vocación para la misión. De esta manera,
el amor triunfa sobre el odio y el resentimiento. La oración, el sentirse pequeños y humildes, el ofrecimiento
al Señor, la confianza en la Inmaculada: son todos elementos que contribuyen
activamente a hacer triunfar en nosotros
el amor. Incluso en las circunstancias
más dolorosas, el Padre Kolbe no renuncia a trabajar por su fraternidad y a querer compartir con los Hermanos el trabajo en tierra de misión.
Para la reflexión
- ¿Cómo puedo vencer mi resentimiento?
- ¿Cómo puedo superar el resentimiento o rencor
para que el amor pueda prevalecer?
- ¿Rezo para que mi corazón esté
libre de sentimientos de venganza y esté abierto a los hermanos?
- El
ejemplo de Kolbe, que amó incluso a los que lo mataron, ¿me compromete, me
habla?
- ¿Discuto con los hermanos para construir o
para hacer prevalecer mi pensamiento?
- ¿Considero
al hermano en su ser amado por Dios?
- ¿Cultivo
la belleza y la integridad de mi corazón?
- El
ofrecimiento a la Inmaculada ¿me ayuda a liberar el corazón del odio para que yo pueda seguir amando con todas mis fuerzas?
- ¿Cómo permito al amor triunfar en mi realidad
MI?