"La conciencia de la misericordia de Dios nos haga disponibles a abrirnos al don generoso de nosotros mismos"
La conciencia del amor misericordioso de Dios es la
espléndida seguridad que domina el corazón de Maximiliano. Él experimenta en su
propia experiencia de fe y constata en la de los hermanos cómo el Señor, a
través del amor maternal de la Inmaculada, cuida de los hombres, conduciéndolos
al puerto de la salvación. En particular, el santo da testimonio de cómo
incluso las personas más alejadas de un camino espiritual significativo tienen
la oportunidad de conocer el amor de Dios y de cambiar completamente su estilo
de vida. La seguridad de la caridad divina lo lleva a donarse a sí mismo, que
es la constante de toda su vida, enriquecida en cada etapa por su tender en
forma significativa al martirio. La
siguiente tabla sintetiza esta lógica.
Tensión
al martirio de san Maximiliano
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Martirio
en la infancia
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Infancia y juventud dolorosas:
muerte de sus hermanitos, pobreza de la familia, dificultades de los padres.
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Martirio
ordinario
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Incomprensiones fraternas en su
ministerio profético, pobreza y dificultades en la actividad misionera de
vanguardia. Enfermedad.
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Martirio
en la madurez
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Arresto, prisión y muerte en el
campo de concentración.
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Toda la vida de San Maximiliano está marcada por el
misterio de la cruz. Su tender al martirio es una constante que compromete su
vida y que "abraza" las dos guerras mundiales. La infancia y la
juventud de Kolbe se caracterizan por la muerte de sus hermanitos y por la
pobreza de la familia que se ve obligada a grandes sacrificios para la
supervivencia. El pequeño Raimundo asiste al gran dolor de su familia uniéndose
a ellos, si bien con el consuelo de la Inmaculada que lo visita proponiéndole las
coronas de la pureza y del martirio y que él acepta con disponibilidad y entusiasmo.
Incluso la vida
conventual se presenta colmada de momentos de dolor y de prueba: fray Maximiliano,
ya desde el período de formación, se revela como un verdadero pionero de la
vida y de la misión franciscana. La Milicia, el Caballero y la Ciudad de la
Inmaculada son la expresión no sólo de su talento natural, sino también su
docilidad extrema a las mociones que
vienen del Espíritu Santo, a las que él
intenta siempre seguir. Todo esto no siempre ha sido bien acogido por los
superiores y hermanos, que a menudo le provocan sufrimiento debido a la cerrazón a las novedades sobrenaturales.
Sin embargo, él continúa
sereno, confiado y perseverante, con la seguridad de que es la cruz la que
purifica y bendice todas las actividades que provienen del Altísimo. A esto hay
que añadir el sufrimiento físico causado por sus precarias condiciones de salud
que lo obligan a internarse y con
frecuencia le crean grandes problemas.
Llegamos finalmente a la
madurez del martirio que se da en Auschwitz y que no está representado sólo por
la muerte heroica en el lugar de un padre de familia, sino también en el vivir día
tras día las humillaciones, el dolor físico e interior y el tener que sostener
la fe de sus compañeros. Es la apoteosis del martirio que se revela casi
continuamente durante toda su existencia. Su donar la vida se realiza día a día en su vida conventual y de
apostolado, en su intento de entregar a cada hermano la alegría de la santidad
y de la amorosa presencia de Dios y de la Inmaculada. El se entrega en la vida
de la fraternidad haciendo preciosa su misión en virtud de la paciencia y del
espíritu de sacrificio, por el cual acepta las controversias e
incomprensiones de la realidad conventual.
Son dos formas de martirio que constituyen un precioso y doloroso preludio del
altísimo sacrificio de Auschwitz. En última instancia, su ser mártir, es decir
testigo de la fe hasta el final, está en el ADN de San Maximiliano, que hace de esta dimensión de su camino espiritual
el elemento más precioso de todo su apostolado.
Para la reflexión
Reflexiona
sobre las siguientes expresiones de San Maximiliano:
«La
mera invocación "María ", tal vez con el alma sumergida en la
oscuridad, en la aridez e incluso en la desgracia del pecado, qué eco produce
en Su Corazón que nos ama tanto» (EK
509).
«Dejémonos
conducir siempre más perfectamente por la Inmaculada, en cualquier lugar y de
cualquier manera que Ella quiera que estemos, para que cumpliendo bien nuestros
deberes, ayudemos a asegurar que todas las almas sean conquistadas por su amor»
(EK 960).
«Sólo
tú has destruido todas las herejías del mundo entero, para que en tus manos
inmaculadas y misericordiosas yo pueda convertirme en un instrumento útil para
aumentar y hacer partícipes del Reinado de Tu Sagrado Corazón a la mayor
cantidad de hermanos que están perdidos, desorientados o son indiferentes. De
hecho, donde Tú entras, obtienes la gracia de la conversión y santificación,
porque toda gracia llega a través de tus manos, del Sagrado Corazón de Jesús hasta
nosotros» (EK 37).